Jacobo Díaz Pineda, Director General de la Asociación Española de la Carretera
Entre datos de fallecidos, días de confinamiento, medias verdades en los medios y hedor sectario en las redes sociales, uno necesita distanciarse de cuando en cuando de la vorágine (des)informativa para imaginar que todo esto tendrá, alguna mañana, una salida digna.
Y es en mis devaneos en busca de esa salida cuando a mi cerebro se aferran imágenes a menudo inconexas. Imágenes que las menos de las veces encuentran el hilo conductor que les da sentido.
Imagen 1: Un policía local bloqueando una carretera de acceso a una pequeña población con una barricada de tierra.
Imagen 2: Un guardia civil garantizando un pasillo verde para el trasporte de mercancías en una frontera.
La carretera como agente coadyuvante para la propagación terrestre de la epidemia versus la carretera como garante de nuestro abastecimiento alimenticio y sanitario mientras el confinamiento se alarga.
Una carretera a la que le es anulada voluntariamente su capacidad de conexión para que deje de prestar el servicio esencial para el que fue concebida vs una vía expedita en el único punto de la misma en el que deben existir necesariamente controles para garantizar la seguridad de los habitantes del territorio al que da acceso.
Es lo que tiene el confinamiento, que desvirtúas la realidad o que quizás te la muestra con toda su crudeza…
¿Quién negaría ahora que ambas acciones son razonables? ¿Quién negaría que ambas buscan el mayor interés del ciudadano? ¿Quién no secundaría ambas decisiones, por contra-natura que parezcan?
Todo ello encuentra una explicación satisfactoria cuando pones al ciudadano y sus intereses en el centro de la toma de decisiones. Hace tiempo que la Asociación Española de la Carretera y todo el sector viario promueven una visión human-centric para el sistema de transporte por carretera del país. Superando intereses territoriales y poniendo el acento en el servicio al ciudadano. A todos los ciudadanos. Esa es la visión que hoy acepta como lógico y razonable que cerremos vías terciarias y abramos fronteras internacionales.
La pasada noche algunos medios anunciaban la posibilidad de habilitar corredores sanitarios para el traslado de enfermos entre diferentes comunidades autónomas. Por carretera, obviamente. Porque, en época de crisis, la carretera demuestra todo su potencial y sus múltiples funcionalidades, fuera o no concebida para algunas de ellas y siempre que redunden en la protección del interés social.
Cuando se abre el debate sobre la necesaria solidaridad interterritorial, el hilo conductor segue siendo la carretera, esa que no conoce de atributos territoriales para sus beneficiarios, que somos todos. Esa que está siempre preparada para su utilización en todo momento y circunstancia -lo mismo como cortafuego de epidemias que como transporte salvavidas-, gracias al ejemplar trabajo sordo de un enorme sector que hoy, desde ventanas y balcones, ansía volver a utilizar esta gran infraestructura de manera masiva.