Jacobo Díaz Pineda, Director General de la Asociación Española de la Carretera
Artículo publicado en Potencia, Edición Especial VII Premios Potencia 2013
Como cada año en los últimos días de este mes, el Gobierno presentaba el pasado 30 de septiembre el Proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2014. “Correctos, sobrios, aseados, conservadores…” son algunos de los calificativos utilizados para describir la propuesta de cuentas públicas del próximo ejercicio. ¡Para echarse a temblar!
Hoy por hoy, lo importante de los Presupuestos Generales del Estado no es lo que muestran, sino lo que esconden. Ya no importa si llegan a las Cortes en una memoria USB, mediante un código QR o sobre una carretilla repleta de papeles. Lo realmente importante ahora, lo que preocupa, no es otra cosa que trasladar un mensaje a los ciudadanos y que éste trascienda y convenza a los incrédulos. Pareciera que los gabinetes de prensa prepararan las declaraciones de los responsables políticos para ser reproducidas, por el popular sistema del “corta y pega”, en menos de 140 caracteres.
«Son los presupuestos de la salida de la crisis, los presupuestos de la recuperación», se atrevió a aventurar el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, Cristóbal Montoro. Unos presupuestos en los que acaso se vislumbra una solución a las reformas pendientes: la financiera, la de las pensiones, la energética y la fiscal. Pero en los que en modo alguno es posible adivinar el modelo de crecimiento al que se refería el Sr. Montoro. Se trata de unos presupuestos, en definitiva, que anteponen lo urgente a lo importante.
Afirmar que este esquema presupuestario tiene “carácter social” no es sino una manera de reconocer que son los menos malos para la mayoría.
Ahora bien, cuando se le pregunta al Ministro por la inversión en infraestructuras y la justificación de su descalabro en las cuentas públicas del próximo ejercicio, el discurso da un giro radical. «Es que no hay dinero», afirma sin pestañear el polémico titular de la cartera de Hacienda. «Es que hacer política es priorizar», añade. «Es que tenemos una de las mejores redes de infraestructuras de Europa», constata.
Es que… es lo más fácil, podría decir también.
«No saldremos de esta crisis con mayor inversión pública», se atreve a aseverar Cristóbal Montoro, postulándose con tales manifestaciones en contra del todo un sector que le justifica sistemáticamente y con datos rigurosos y contrastables el efecto tractor de la obra civil, sus altos retornos a las arcas públicas vía impuestos y su capacidad de generación de empleos directos e indirectos por cada euro que se destina a este capítulo.
Y es entonces cuando aparece en escena la Ministra de Fomento, Ana Pastor, que termina de rematar la faena arguyendo que se van a desarrollar las “infraestructuras prioritarias», es decir, corredor Noroeste y corredor Mediterráneo. Ferroviarios, obviamente.
Esta es la prioridad real de unos «presupuestos sociales» en un escenario en el que «no hay dinero».
Sres. ministros, claro que tenemos una de las mejores redes de infraestructuras de Europa. Por supuesto que debemos enorgullecernos del trabajo realizado durante más de dos décadas. Resulta evidente que la coyuntura económica no es la idónea, lo entendemos. Pero, Sres. ministros, lo que estos presupuestos esconden es un absoluto abandono, plenamente consciente, del modo de transporte por carretera. Porque sus prioridades son otras, sin ningún género de dudas.
Pero, déjenme recordarles que por la red de carreteras de España se realizan el 90% de los desplazamientos de viajeros y el 85% de los movimientos de mercancías. Permítanme que les signifique que con 2.028 millones de € de presupuesto es imposible plantear siquiera una decorosa gestión del modo de transporte más importante del país. Me atrevo a explicarles, -aunque ya lo sabrán- que con 818 millones de € es materialmente imposible contener el exponencial deterioro de la ya malograda red de carreteras de cuya gestión la Administración Central del Estado es responsable.
Déjenme que les alerte de que, por este camino, solo podrán presumir -y durante poco tiempo- de que un día gozaron de una de las mejores redes de carreteras de Europa, pero que fueron incapaces de mantenerla en un umbral de servicio mínimamente aceptable para el ciudadano.
Y por último, permítanme que les ruegue que reconsideren sus números y que apelen al eslogan de sus presupuestos. Porque, convendrán conmigo en que, si hay un gasto «social» oportuno, este es el que precisa, aquí y ahora, el modo de transporte por carretera.
Cuando los responsables de esta publicación, Potencia, me pidieron un artículo de opinión sobre perspectivas del sector de la carretera para 2014, comencé describiendo el panorama grisáceo –por mostrarme optimista- que se les dibujaba a las infraestructuras viarias el próximo ejercicio. Pero borré aquellas líneas. Preferí limitarme a trasladar las impresiones que obtuve al conocer las partidas que el Gobierno ha previsto invertir en carreteras el año que está a punto de empezar. Las cifras hablan por sí solas. Sobran las palabras.