Jacobo Díaz Pineda, Director General de la Asociación Española de la Carretera
Artículo publicado en el Informe Industria y Comercio de Automoción (ICA 2013)
Comienza un nuevo año en el que el sector viario debe afrontar –una vez más– múltiples dificultades. Ha pasado prácticamente un lustro desde el comienzo de la actual crisis y nadie puede negar que la situación ha ido empeorando progresivamente. A la debilidad general de la economía hay que sumar unas cifras de desempleo y consumo que imposibilitan a corto plazo la tan ansiada y necesaria recuperación.
Todo ello tiene consecuencias muy negativas para el sector viario; planes de inversiones altamente restrictivos a todos los niveles, tasas de tráfico en caída libre en vías de peaje y un aumento sin precedentes en el precio del combustible sacuden especialmente al mundo de las carreteras. Son sólo algunas de las muchas dificultades que se encuentra el sector en el ya complicado camino de la crisis económica más profunda que atraviesa nuestro país desde hace décadas.
Pero, tras cinco años de constante depresión económica, es evidente que de nada sirve atormentarse por todo aquello que nos ha arrastrado hasta aquí. En realidad, ya conocemos con detalle muchas de las causas de la actual situación. Se ha hablado y escrito de ello en múltiples y prestigiosos foros. El diagnóstico de la enfermedad está claro pero lo que necesitamos en estos momentos es el tratamiento de cura.
Precisamente por esta razón, ahora es el momento de trabajar para no repetir los errores del pasado y encontrar la senda de la rentabilidad para un sector como el de las carreteras, que cada vez se topa con mayores dificultades para salir adelante en condiciones financieras aceptables. Y es que el mundo viario debe encontrar un modelo de negocio que le permita afrontar esta etapa de dificultades con garantía de éxito a corto, medio y largo plazo. No es el momento de ser posibilista o timorato, es el momento de ser tan ambicioso como en los tiempos en que todas las carreteras estaban por hacer.
Para ello, es más necesario que nunca poner en valor el papel esencial que cumplen las carreteras como herramienta ineludible de cohesión social para garantizar servicios públicos básicos tales como la educación, la sanidad o el indispensable derecho a la movilidad de todos los ciudadanos.
En este sentido, el valor añadido que ofrecen las carreteras a particulares y empresas en estos tiempos de dificultades es inmenso; acceso directo de puerta a puerta, gran rentabilidad y universalidad son sólo algunos de las principales ventajas competitivas frente al resto de modos de transporte.
Carreteras con altos estándares de diseño, ejecución y mantenimiento, explotadas de forma eficiente con las mejores tecnologías de gestión de tráfico. Carreteras seguras que nos acerquen cada vez más al sueño de no tener que lamentar vidas humanas en siniestros, capaces de contribuir a una movilidad sostenible tanto en el ámbito urbano como interurbano. Carreteras, en definitiva, concebidas para dar un servicio de calidad a sus usuarios y a todos los ciudadanos.
Ésta es la filosofía que da vida a las carreteras. Y seguirá siendo así en el futuro. Porque es aquí donde se encuentra la llave que abrirá la puerta de salida de la crisis. Tan simple y complejo como eso.