Servicio público de primer orden

Marta Rodrigo Pérez, Subdirectora General de Relaciones Institucionales de la Asociación Española de la Carretera

Tenía 73 años y residía en un municipio de 3.000 habitantes. Una de tantas localidades de una de tantas provincias españolas que, en las últimas semanas, se han visto afectadas por el cierre de los servicios nocturnos de atención de urgencias sanitarias.

 Comenzó a sentir un cosquilleo que inmediatamente identificó con un infarto de miocardio. Cinco años atrás había sufrido el primero y aquella experiencia le permitió reconocer los síntomas con rapidez. Alertó a su hijo, quien le trasladó en su vehículo al centro ambulatorio más cercano, situado a 14 kilómetros por una carretera en la que poco importaría la distancia.

 Un trazado sinuoso, con curvas de 90º, señales invisibles en la noche por el deterioro del material retrorreflectante, pavimento en mal estado, ausencia de señalización horizontal, inexistencia de elementos de balizamiento para definir el borde de la calzada ante la falta de iluminación, barreras de seguridad deterioradas… Una carretera en la que la distancia había de medirse en tiempo.

 Pero aquella noche no había tiempo. Aquella noche el tiempo era oro. La celeridad de la primera reacción no fue suficiente para salvarle la vida.

 De un total de 165.000 kilómetros de carreteras en España, alrededor de dos terceras partes conforman la red secundaria o convencional, unas carreteras que unen municipios pequeños y medianos y que son esenciales para la subsistencia de las áreas de menor densidad de población. No todas estas carreteras tienen características similares a las de la vía que aquel hijo tuvo que recorrer para llevar a su padre a un centro de salud, pero un número altamente significativo y preocupante presenta unos estándares técnicos que multiplican por varios ceros los ratios de espacio-tiempo razonables para una comunicación segura, eficiente y cómoda.

 Resultaría insensato y carente de toda lógica económica, técnica e incluso social, sostener que los viales que conectan los más de 8.000 municipios existentes en España han de ser adaptados a parámetros de diseño, trazado y equipamiento propios de infraestructuras convencionales de última generación. Sin embargo, un programa global de mejora de la accesibilidad por carretera de los pequeños municipios a todo tipo de servicios, incluyendo, como eje primordial, los de salud, no sólo no es descabellado sino que permitiría racionalizar la utilización de recursos de primera necesidad que, tal y como están definidos y gestionados en el momento actual, resultan insostenibles e inviables.

 Unas carreteras adecuadas a los tráficos que soportan pero bien conservadas, con el equipamiento necesario, correctamente señalizadas… son, sin duda, la solución al aislamiento que la crisis económica empieza a llevar a las localidades más pequeñas, con menor población y menores capacidades. La carretera es un servicio público de primer orden, porque posibilita el acceso al resto de servicios imprescindibles: la salud, la educación, el mercado, el ocio…

 “Quizá el final hubiera sido el mismo, pero siempre nos quedará la duda de si se podría haber salvado”, explicaba a un periódico el hijo del finado refiriéndose al cierre por la noche del centro de salud del pueblo.

 Es probable que el desenlace hubiera sido otro. O tal vez no, porque si hubiese sido necesario un traslado en ambulancia, habría de haberse efectuado por esa misma carretera, en la que la distancia no debería medirse en kilómetros, sino en tiempo.