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Jacobo Díaz Pineda, Director General  de la Asociación Española de la Carretera

Artículo publicado en Anuario del  Grupo TPI 2015

En el último medio siglo, España lograba reinventarse acometiendo una revolución en sus infraestructuras. Un proceso que, hoy por hoy, se da por agotado desde distintos ámbitos, no solo políticos y sociales, sino incluso económicos y técnicos.

Craso error.

Las infraestructuras de un país constituyen –en toda circunstancia- su esencia misma y, por ello, llegado el momento de afrontar un cambio en sus principios económicos, sociales, políticos y hasta culturales, resulta imprescindible revisar los pilares sobre los que se sostiene la calidad de vida de sus ciudadanos, con la máxima irrefutable de que el proceso de modernización infraestructural no puede agotarse sino reformularse, adaptándose a las nuevas necesidades que el progreso desencadena.

En el campo concreto de la Carretera, el contexto sociopolítico actual resulta propicio para favorecer, desde el propio sector viario, un cambio global de filosofía orientado a que los responsables de la toma de decisiones y quienes están llamados a exigir que las mismas se adopten de forma racional valoren el fenómeno viario en toda su dimensión.

Este cambio de perspectiva ha de partir de la revisión crítica de una multiplicidad de factores, sin perder de vista que estamos ante un servicio imprescindible para el normal funcionamiento de un país.

¿Se imaginan que cada día, sin un solo asiento libre, 7.300 aviones hicieran la ruta Madrid-Barcelona ó 6.200 trenes AVE circularan de Madrid a Sevilla? Mejor aún. ¿Podrían imaginar a más de 24 millones de personas corriendo una maratón todos los días del año?

Los tres casos arrojan cifras que equivalen al tráfico interior diario de viajeros por carretera en España. Ejemplos que, per se, reflejan la inconsistencia de los argumentos favorables al trasvase de una parte importante de los desplazamientos por carretera hacia otros modos.

Frente a ellos, desde la Asociación Española de la Carretera promovemos dar la vuelta a algunos principios que parecían inamovibles –y que en modo alguno lo son- e introducir otros hasta ahora inexplorados en el marco viario.

Comencemos por hablar de movilidad y logística. La movilidad y la logística están en el centro de la economía, en tanto en cuanto las infraestructuras son una necesidad que surge como respuesta a las demandas de movilidad (viajeros) y de logística (mercancías).

Con ambos aspectos como telón de fondo, llamamos la atención sobre el carácter de servicio público de las carreteras. Un servicio público versátil, de disponibilidad plena, 24 horas al día, 7 días a la semana, 365 días al año. Un servicio que es sinónimo de uso público, carácter público y responsabilidad pública.

Seguidamente, proponemos incorporar el concepto particular de “conservación” al concepto global de “gestión”; la gestión de las carreteras nos permite que sigan desarrollando su función como elemento clave del transporte y la economía en el país.

Abogamos también por maximizar la utilización de los recursos, planteando desde la mejora de la capacidad en algunos tramos hasta procedimientos de gestión a medida (atendiendo a las funciones principales de la vía y sus usuarios), pasando por reordenar la demanda. Todo ello requiere asegurar los recursos económicos necesarios. La conservación, la rehabilitación y el acondicionamiento tienen mucho que aportar en la consecución de este objetivo.

 Destacamos la importancia de mejorar la calidad para los usuarios, ya que, si bien no siempre es factible corregir diseño de la vía para aumentar la calidad del servicio, sí se pueden plantear operaciones para incrementar la calidad a partir del aseguramiento de un óptimo estado de conservación del firme y el equipamiento, proporcionando fiabilidad y mejorando los servicios anexos a la carretera.

Entendemos que es factible reducir costes de operación y mantenimiento partiendo de un programa de conservación estable, planificado, vinculado al valor patrimonial y sostenible en el tiempo que, a medio y largo plazo, permita optimizar estas actividades. La externalización de determinados servicios, con la participación del sector privado, es de gran ayuda.

 Resulta clave, asimismo, reducir los efectos negativos del transporte por carretera. En el contexto actual, la gestión viaria se caracteriza por ajustarse al principio de “reducir, reciclar, reutilizar y reemplazar”. Las operaciones de gestión deben ir destinadas a reducir la congestión, minimizar las emisiones, disminuir la accidentalidad, proteger el medio ambiente utilizando productos más ecológicos, etc. Un buen estado de conservación de la vía redunda en menos emisiones de los vehículos, mayores niveles de seguridad de la circulación, menos congestión, menor tiempo de transporte y un menor consumo de combustible.

 Prolongar la vida útil de la infraestructura es otro factor a tener en cuenta, derivado de las actuaciones de mantenimiento preventivas. Para poder programarlas, es necesario disponer de un inventario y de un programa de operaciones con criterios de coste-beneficio.

Instamos también a considerar todo el ciclo de vida de las carreteras, en tanto en cuanto un análisis de costes a lo largo de la totalidad del mismo nos permite determinar la importancia de una adecuada conservación viaria en el momento oportuno.

Y una última cuestión, que no por citarse al final es la menos importante. En modo alguno.

Resulta perentorio que los agentes del sector viario sean capaces de devolver a las carreteras el atractivo perdido. Hemos de encontrar el punto de inflexión que revista a la Carretera de frescura, que la dote de esa lozanía que el tiempo y las prioridades políticas le han arrebatado.

Y para ello, proponemos incorporar el Marketing a la Carretera, creando, comunicando, distribuyendo e intercambiando ofertas que tengan valor para los usuarios-consumidores y la sociedad en general. No se trata solo de transmitir información. Se trata, sobre todo, de satisfacer necesidades y elevar a la categoría de exigencia las demandas de los destinatarios del servicio.

Ha llegado el momento de abrir los ojos, de convertir las dificultades del presente en las oportunidades de mañana. Estamos ante un cambio de tendencia que es preciso reforzar desde el sector, de la mano de quienes tengan la valentía de dar el salto.