Editorial publicado en la revista Carreteras – nº 197 – Septiembre/Octubre de 2014
Según las proyecciones del Instituto Nacional de Estadística, en 2050 la población mayor de 65 años en España aumentará a 13 millones de personas (algo más del 30% de la población) y los octogenarios llegarán a más de 4 millones; estas cifras suponen duplicar la realidad actual de la pirámide poblacional (actualmente hay en España 7 millones de personas de más de 65 años y 1.75 millones de mayores de 80 años). El envejecimiento de la población es una realidad hoy, y las estimaciones nos hacen pensar en la necesidad de desarrollar un sistema de comunicaciones preparado para las condiciones de los ciudadanos, y en él, la red viaria, urbana e interurbana, debe desempeñar un papel fundamental, proporcionando acceso a servicios, opciones, disfrute, etc. a una población mayor que, en muchos casos, podrá seguir utilizando su vehículo con seguridad para sí mismo y para terceros.
Es cierto que hoy llegamos a los 65 años, en la mayor parte de los casos, en perfectas condiciones para seguir desarrollando labores cotidianas como la conducción durante muchos años; además, la experiencia aporta indudablemente valores positivos. Sin embargo, sólo en España, el 26% de los fallecidos en el año 2012 eran mayores de 65 años; especialmente preocupante es el dato de los atropellos de peatones: el 67% de los peatones atropellados en zona urbana y el 42% de los atropellos mortales en carretera son a personas mayores de 65 años.
Es evidente que no podemos diseñar y gestionar nuestras carreteras y calles pensando en las necesidades de todos los colectivos de usuarios, pero sí podemos hacer hincapié en determinadas buenas prácticas que redundarían en una mayor seguridad para todos y, muy especialmente, para los usuarios mayores, los cuales pueden presentar limitaciones funcionales (pérdida de agudeza visual, incremento del tiempo de reacción,…) y mayor vulnerabilidad física en caso de accidente (el centro de investigación holandés SWOV estima que el ratio de fallecidos de ocupantes es tres veces superior en mayores de 75 años que en individuos de 18 años).
Actuaciones como el refuerzo de la señalización de advertencia de peligro con suficiente antelación, así como garantizar la instalación de señales de orientación y nombres de las calles de manera anticipada, aumentar el tamaño y altura de las letras de las señales, proporcionar fases seguras para giros a la izquierda en intersecciones semaforizadas con mucho tráfico, mejorar la iluminación en puntos singulares, reforzar las marcas viales y optimizar la señalización en zonas de obras, son ejemplos de medidas muy bien recibidas por los usuarios de mayor edad.
Además, en una encuesta publicada recientemente por una compañía de seguros, los usuarios mayores ponían de manifiesto sus propuestas para mejorar la seguridad vial: a la mejora de la señalización, la iluminación y la mejora de los puntos de cruce, se unían otras propuestas relacionadas con la infraestructura, como la mejora de la accesibilidad o la reordenación del mobiliario urbano; otras iniciativas iban dirigidas a la regulación de la circulación en bicicleta en las aceras o los programas de concienciación y cursos de reciclaje específicos para mayores.
Se trata, en cierto modo, de añadir la visión de los requisitos de seguridad de los usuarios mayores a la conservación viaria urbana e interurbana y a las auditorías e inspecciones de seguridad vial, en las que, sin duda, debe tenerse en cuenta a este colectivo en crecimiento. Los tiempos no son los más apropiados; el descenso de las inversiones juega en contra. Pero, de cara al futuro próximo, será una reflexión que deberemos realizar desde el sector viario. Carreteras seguras, también para los mayores.