El equipamiento, garantía de seguridad

Editorial publicado en la revista Carreteras – nº 190 – Julio/Agosto de 2013

 

“Si ya sabes lo que tienes que hacer y no lo haces, entonces estás peor que antes”

Confucio

A pesar de la extensa bibliografía que pone de manifiesto la importancia que tiene una adecuada conservación de la red viaria y su equipamiento en la mejora y sostenibilidad de la seguridad vial, en España, habida cuenta del manifiesto decrecimiento que se viene registrando en la inversión en carreteras, no puede evitarse la sensación de que este decisivo papel es explícitamente menospreciado por parte de los responsables de las distintas administraciones con competencias en este campo.

Este aserto queda suficientemente justificado por la contundencia de los datos, que dejan en evidencia el divorcio que existe entre la voluntad de hacer y la realidad ejecutada. De esta manera, por un lado se reconoce que las inversiones en conservación de carreteras deben alcanzar el 2% del valor patrimonial de la red viaria correspondiente, pero la realidad presupuestaria anual está cada vez más lejos de cumplirse, lo que atañe a la totalidad de administraciones competentes.

Esta situación, a todas luces insostenible, podría llegar a comprometer, en breve, la excelente progresión que, a contrario sensu, muestran los datos de siniestralidad vial y que el último informe emitido por EuroRAP resume de manera muy significativa: si en el periodo 1999-2001, el 9,3% de la RCE (es decir, un total de 143 tramos) mostraba unos índices de riesgo muy elevados, prácticamente una década después, entre 2008 y 2010, el número de estos tramos disminuyó considerablemente hasta situarse en 20 (equivalente al 1,2% de la citada red).

Un logro en el que juega un papel importantísimo, en términos generales, el grado de conservación de la red y, por supuesto, el nivel de servicio que exhiba su equipamiento vial. Un equipamiento que, más allá de lo evidente, proporciona toda una panoplia de soluciones de “alta eficacia y bajo coste” que resuelven numerosos problemas de seguridad vial y que, de forma intrínseca, son imprescindibles para reducir el riesgo de accidente y minimizar sus posibles consecuencias.

Por ello, se hace necesario que todos los elementos del equipamiento se tengan en cuenta, en cualquier actuación vial, como parte integrante de su diseño inicial, y no como un complemento que se incorpora a posteriori para dar respuesta a una serie de normas e instrucciones que obligan a su cumplimiento.

Este sector de la industria española (que emplea a más de 15.000 personas de manera directa), a pesar de la crisis e ignorando el escaso predicamento con el que cuenta, está luchando de forma voluntaria por elevar al máximo la calidad de estos equipamientos (por ejemplo, a través de la marca “N” de AENOR); por mejorar la imagen de la ahora tan manida “marca España”, participando activamente en los diferentes Comités Técnicos de Normalización europeos (por ejemplo, el CEN/TC 226 “road equipment”), en los que ahora su voz es la de un “líder” es ese campo; así como exportando tecnología y conocimiento y, en algunos casos, desde la soledad que acompaña al idealista, por ser el abanderado de la mejora de la seguridad vial de los usuarios más vulnerables (tal es el caso de las normas relativas a los “Sistemas de Protección para Motoristas”).

Corresponde ahora que la otra parte, aquellos que tienen la responsabilidad intransferible de gestionar con eficiencia y eficacia los recursos que todos los ciudadanos hemos puesto en sus manos, conceda el valor que los hechos probados otorgan a los equipamientos viarios y apoyen a un sector que, frente a la adversidad, ha sabido reaccionar con un alto grado de profesionalidad.

Sin un horizonte claro, sin una estabilidad presupuestaria (a medio y largo plazos) razonable que permita planificar el futuro con la mínima información imprescindible, se corre el riesgo de perder todo este “know-how” que de una forma esperanzada ha venido forjándose contra viento y marea durante un periodo muy difícil en el que, paradójicamente, desde los gobiernos, poco o nada se ha hecho para estimular al sector.