Editorial publicado en la revista Carreteras – nº 186 – Noviembre/Diciembre de 2012
La RAE define “talento” bajo varias acepciones. Como la capacidad de entender, como la capacidad para el desempeño o ejercicio de una ocupación, como aquella persona inteligente o apta para determinada ocupación y como una moneda de cuenta de los griegos y romanos.
Los romanos, que eran sin duda talentosos, utilizaban monedas de los pueblos que colonizaban ya que facilitaban el comercio y la integración de las provincias en el mercado romano. Entre esas monedas se encontraba “el talento”, moneda de Mesopotamia, que era una unidad de peso la cual era usada como moneda legal, que en el Antiguo Testamento, equivalía a cerca de 34 kg, y en el Nuevo Testamento, a 6.000 dracmas, o lo que es lo mismo, 21,6 kg de plata.
Posiblemente casi todos nosotros hemos oído hablar de esta medida de peso y moneda a través de la “parábola de los talentos”, Evangelio de San Mateo 25, 14-30.
En los momentos complicados, en los que hay que tener claridad de ideas y capacidad para desarrollarlas, es cuando mayor necesidad de talentos se requiere. Y hoy nuestro país demanda talentos para gestionar la situación que nos ocupa y preocupa, y también monedas que permitan realizar unas inversiones eficientes, discerniendo lo importante de lo superfluo, lo consistente de lo irrelevante, las actividades sostenibles de las imprudentes.
Y la conservación de nuestras carreteras, debido a que son bienes de titularidad pública, no es una potestad de las administraciones titulares, sino muy al contrario una obligación que tienen para con los usuarios de las mismas y para con su seguridad.
Se puede y se debe afirmar que la inversión en conservación de carreteras es una inversión eficiente, importante, consistente y sostenible, y que por lo tanto necesita de “talentos”, de personas que antepongan la gestión eficiente de los recursos públicos por encima de planteamientos de poco recorrido, y necesita de “talentos”, de euros, que permitan que esa gestión se realice de forma sistemática, con recursos estables y duraderos en el tiempo, que permita programar actuaciones y huir de planteamientos tan poco efectivos como son las actuaciones mediante planes de choque, aunque hay que reconocer que hoy ni aún eso se está haciendo en el sector de la carretera.
¿Somos conscientes de lo mal que se está gestionando el patrimonio viario que hemos construido con el esfuerzo de varias generaciones? ¿Y de lo mal que se lo vamos a dejar a los que vienen detrás de nosotros?
Antes de invertir un solo euro en nuevas infraestructuras, siempre con criterios de racionalidad y eficacia, aseguremos, si es necesario legislativamente incluso, que la conservación del patrimonio que hoy tenemos se va a realizar de forma sistemática, es decir con recursos estables, naturalmente suficientes y perdurables en el tiempo. No somos tan ricos como para permitirnos el lujo de no hacerlo, pero claro para eso hace falta tener “talento” para saber gestionar los “talentos”.