Jacobo Díaz Pineda, Director General de la Asociación Española de la Carretera
Artículo publicado en Potencia (nº 589 – diciembre 2011)
Ya nadie duda que esta crisis es la más profunda de nuestra historia reciente. Una coyuntura que afecta en gran medida a las obras públicas en general y, con especial dramatismo, a las carreteras. Por ello, es urgente desarrollar políticas económicas que garanticen estabilidad presupuestaria y permitan impulsar sectores como el de la conservación, cuyos déficits están aumentando dramáticamente desde el inicio de la crisis en 2008. Sólo así podrían destinarse durante los próximos años a labores de conservación y mantenimiento de carreteras inversiones equivalentes al 2% del valor patrimonial de la red viaria, umbral mínimo de inversión en este sentido.
En este contexto, sería absolutamente recomendable que el sector viario recuperase ritmo inversor, ya que las carreteras ofrecen unos costes de construcción y explotación muy ajustados si se comparan con otros modos de transporte como la alta velocidad ferroviaria o el transporte aéreo. Además, la conservación y el mantenimiento suponen un interesante yacimiento de puestos de trabajo porque el esfuerzo que hay que hacer en este sentido es ingente. En el ámbito europeo, el transporte por carretera da trabajo a más de cinco millones de personas, cifra que puede llegar a triplicarse si se contabilizan los empleos indirectos. Ello supone que el 78% del total de la población empleada en los transportes se dedica al mundo de la carretera.
La ansiada estabilidad presupuestaria debería garantizar también la priorización de corredores viarios en función de las intensidades reales de circulación, prestando especial atención al tráfico de vehículos pesados. Más del 85% del transporte nacional de mercancías se realiza por carretera. Por ello, es necesario finalizar todos los itinerarios que permanecen inacabados. Además, habría que mejorar la capacidad en las vías más saturadas, haciendo hincapié en la optimización del tráfico y la movilidad en los accesos a las grandes ciudades.
Por otra parte, la planificación viaria debe poner el foco de una vez por todas en las carreteras convencionales. Tras muchos años centrándonos casi en exclusiva en las vías de gran capacidad, ha llegado la hora de modernizar a todos los niveles las carreteras convencionales, cuya longitud total asciende a 150.000 kilómetros en el conjunto de las redes estatal, autonómica y local.
En materia de seguridad vial se han experimentado avances sobresalientes en la última década. Pero debemos ser sinceros: no es factible mantener de forma indefinida por mucho más tiempo descensos de la siniestralidad por encima del 10%, al menos si las autoridades no desarrollan todo el potencial de las infraestructuras viarias como factor clave para reducir los accidentes.
Mejora de su equipamiento y su conservación, incorporación de avanzadas tecnologías para la gestión del tráfico, mejora del equipamiento, nuevas técnicas de diseño y construcción y generalización de auditorías e inspecciones de seguridad vial son herramientas esenciales para que las carreteras aporten ese plus necesario que nos ayude a seguir reduciendo los siniestros de circulación y sus terribles consecuencias.
En este sentido, las auditorías de seguridad deben ser un pilar de la política de infraestructuras. Se trata de una vieja reivindicación de la AEC que se remonta a los años 90, cuando se observaron sus positivos resultados en algunos países de nuestro entorno. Y es que estas auditorías pueden contribuir a rebajar hasta un tercio las cifras de siniestralidad. Desde la AEC, instamos a los poderes públicos a incorporar esta herramienta no sólo en la Red Transeuropea de Carreteras que atraviesa nuestro país, tal y como exige la Directiva comunitaria, sino en la totalidad de las vías españolas, sea cual sea su titularidad.
Por otra parte, pese a los grandes avances realizados en materia de seguridad vial durante los últimos años, hay un dato muy preocupante: el 40% de los accidentes de tráfico se produce por salida de vía. Es urgente, por tanto, mejorar el equipamiento de nuestras carreteras, especialmente las convencionales, incorporando sistemas de contención que aumenten la seguridad pasiva, de tal modo que se reduzca al máximo la gravedad de estos siniestros. La tecnología disponible al respecto cada día ofrece mejores resultados.
En definitiva, la política de carreteras de los próximos años debe tener muy claro que las infraestructuras viarias son, por méritos propios, el eje fundamental sobre el que se debe articular una eficiente y sostenible red intermodal de transportes.
El futuro viaja por carretera. La salida de la crisis puede y debe hacerse al volante.